En el Club
Mitre de Pesca se juntan siempre todo tipo de personas: pescadores, hippies,
deportistas, músicos, artistas… Y entre toda esa fauna estábamos nosotros,
sentados en el centro de todos ellos. Nos gustaba analizarlos, tratar de
decodificarlos, porque eso es lo que hacemos. Desciframos códigos,
interpretamos signos. Veíamos por ejemplo, cómo los colores en el grupo de los
hippies eran mucho más resplandecientes que en el de los demás, o cómo los del
colegio de abogados que vienen todos los viernes deciden a donde salir como si
estuvieran en pleno juicio oral.
Pero siempre
nos duraba poco, porque nos aburríamos rápido y siempre terminábamos charlando
de cualquier cosa. Al fin y al cabo, es lo que más nos gusta hacer.
Hablamos
todo el tiempo, desde lo más trivial, como el partido del domingo, hasta lo más
ideológicamente complejo, como porqué Easton era tan amarrete. Hablamos también
de todo lo que pasa, de la economía, de la política, de la sociedad; porque de
eso vivimos.
Mientras
charlábamos siempre poníamos la radio. Nos encantaba escuchar la radio. Desde
la música hasta los debates. Resulta algo extraño, porque cuando crecieron la
televisión y el internet, pasó a segundo plano. Pero no para nosotros. Nosotros
siempre la tenemos a mano.
La pasamos bien
cuando vamos al Mitre, casi siempre es muy tranquilo. Necesitamos estar así,
porque cuando se arma un debate se juega el orgullo. Entonces tenemos que ser
objetivos, coherentes y fundamentar todo lo que decimos.
Sólo
recuerdo una vez tuvimos una pelea. El club estaba a reventar y unos
estudiantes de Derecho nos preguntaron si podíamos compartir mesa. Les dijimos
que sí, porque no nos gusta la antipatía, somos lo más amistosos que podemos
ser. Después de un rato de escucharnos hablar nos preguntaron:
- ¿Ustedes
que estudian?
-
Comunicación Social, allá en la Siberia.
- Ah, eso es
como periodismo… ¿No?
Sí, esa fue
la única vez que tuvimos una pelea en el Mitre.